EAN13
9791041808687
Éditeur
CULTUREA
Date de publication
22 mai 2023
Nombre de pages
84
Dimensions
22 x 17 x 0,5 cm
Poids
147 g
Langue
spa

El Refugio, .

Pedro Muñoz Seca

CULTUREA

Prix public : 9,99 €

Pieza central de uno de los paradores, albergues o «refugios» construidos al borde de las carreteras por el Patronato Nacional de Turismo. En el foro, chimenea de piedra, con librerías y sendos butacones. En el primer término de cada lateral, un tresillo con su mesita correspondiente. En las paredes, aparatos de luz, un teléfono y trazos de colores indicando carreteras, pueblos, fuentes de gasolina, etc., etc. Una puerta en cada lateral: la de la derecha (actor), que da acceso al comedor, y la de la izquierda, que conduce al recibimiento. Son las cinco de la tarde de un día de invierno. La chimenea, encendida. Época actual. (Al levantarse el telón, AFRICA, administradora del «parador», señora como de cincuenta años, que viste con sencillez y buen gusto, está poniendo nuevos leños en la chimenea, al mismo tiempo que entra en escena, por la derecha, TIMOTEO, su hermano, sesentón simpaticote y corriente, que ha sido cochero de casa grande, y se le nota). TIMOTEO.—¿Qué, se largó ya la marquesa esa de Sangüesa? AFRICA.—Hace un momento. ¡Lo que se ha alegrado de verme aquí, al frente de «parador»! Y no me reconoció al pronto. Ya ves: ella, que hace treinta años me llamaba a mí la doncella de oro... Lo que yo le dije: «¡Ay, señora marquesa!... ¡De aquel oro no queda más que esta escoria!». TIMOTEO.—Vamos, vamos; no hay que tirarse por los suelos, hermana. AFRICA.—Sí, es verdad, Timoteo. ¡De tanto trabajar estoy tan ajada y tan... escoriada!... TIMOTEO.—Ella sí que no es ni sombra de lo que fué. Porque fue una buena jaca. Cuando yo «entruve» de cochero en casa del señor duque, estaba ella que ¡vaya potranca con sangre! No sé si seguirá tan coqueta como en el antaño. Porque era una castiza..., ¡mi madre! AFRICA.—De eso no se ha corregido. En cuanto habla con un caballero se almibara que da fatiga. Ella dice que es la diabete, que la tiene la sangre azucarada; pero lo que le ocurre es que no ha conocido la vergüenza ni por el forro. ¡Ah! Le he preguntado por Consuelito y por Maruja, y tampoco sabe nada de ellas.
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